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Es el “No” o “ Si” irrevocable, tajante, que hizo que grandes naciones tomaran grandes decisiones, que grandes personajes superaran sus cadenas y se mantuvieran en el logro de sus objetivos y metas para el bien de todos … por supuesto, no hablamos de nuestro país donde la palabra empeñada tiene menos valor aun que la boleta de empeño misma …

 

 

Todo lo que en nuestras tierras se diga, firme, inamovible, se cambia de letra chica en semanas y el "No" parcial sirve menos que el "si" al 75%  ... nada ha cambiado, nadie ha "quemado" ningún barco

 

No se, hablemos de Alejandro Magno …

 

 

 

naces

 

 

 

“Quemar las naves”

Hay una versión que atribuye el nacimiento de esta expresión a los tiempos de Hernán Cortes y la conquista de México (1521). Cuentan que durante esta operación se produjo un motín y que el caudillo, tras el correspondiente consejo de guerra, mandó hundir, la mayor parte de sus barcos.

Todo para que nadie tuviera la tentación de recular por la dificultad de la misión.

Sin embargo, la versión más consistente sobre el nacimiento de la expresión «quemar las naves» tiene su origen mucho antes. Concretamente en el siglo III antes de Cristo,  «Alejandro Magno. La excelencia desde el liderazgo»

 

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Al parecer fue el rey de Macedonia quien dio vida a esta expresión a partir de una maniobra militar. Cuenta Manuel Campuzano ,escritor, en su libro que, al llegar a la costa Fenicia, Alejandro Magno observó que sus enemigos le triplicaban en número y que su tropa se veía derrotada antes de pisar el campo de batalla.

 

 

 

alejandromagno

 

Alejandro Magno desembarcó e inmediatamente mandó quemar todas las naves.  Mientras su flota ardía, el líder macedonio «reunió a sus hombres y les dijo: Observad cómo se queman los barcos... Esa es la única razón por la que debemos vencer, ya que si no ganamos, no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, ya que solo hay un camino de vuelta y es por el mar. “Caballeros, cuando regresemos a casa lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos”».

 

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«Cuando regresemos, lo haremos en los barcos del enemigo» (Alejandro Magno)

No volver a fumar, beber, no volver a ver a esta mujer que se aprovecha de mi, no trasnochar, no emborracharse ... cruzar el Rubicón de nuestros propios errores.

 

 

 

 

 

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Cruzar el Rubicón es una metáfora que significa dar un paso irreversible que compromete a alguien a un curso específico.

 

Cuando Julio César estaba a punto de cruzar el pequeño río Rubicón en el año 49 a.C., citó una obra de Menandro diciendo "anerriphtho kybos" o "¡que la suerte esté echada!" en griego. Pero, ¿qué tipo de dado estaba lanzando César y qué decisión estaba tomando?Antes del Imperio RomanoAntes de que Roma fuera un Imperio, era una República. Julio César era un general de un ejército de la República, con base en el norte de lo que hoy es el norte de Italia. Expandidó las fronteras de la República hacia la moderna Francia, España y Gran Bretaña, lo que lo convirtió en un líder popular. 

 

Julio César se convirtió en gobernador de la Galia, parte de la actual Francia. Pero sus ambiciones no estaban satisfechas. Quería entrar en Roma mismo al frente de un ejército. Tal acción estaba prohibida por la ley.

 

 

 

 

 

julio cesar portada

 

 

 

 

En el Rubicón

Cuando Julio César dirigió a sus tropas desde la Galia en enero del 49 a.C., se detuvo en el extremo norte de un puente. Mientras estaba allí, debatía si debía o no cruzar el Rubicón, un río que separa la Galia Cisalpina—la porción de tierra donde Italia se une al continente y que en ese tiempo estaba habitada por celtas—de la península italiana.

Al tomar esta decisión, César estaba contemplando cometer un crimen atroz. Si César llevase sus tropas desde la Galia a Italia, estaría violando su función como autoridad provincial y, esencialmente, se declararía enemigo del estado y del Senado, fomentando la guerra civil.

 

 

 

 

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Pero si no llevase sus tropas a Italia, César se vería obligado a renunciar a su mando y probablemente sería forzado al exilio, renunciando a su gloria militar y poniendo fin a su futuro político. César definitivamente debatió por un tiempo sobre qué hacer.

 

 

 

Julio César cruza el Rubicón

Tras vencer sus últimas dudas, cruzó el río. Luego aprovechó la presencia de los ultrajados tribunos para arengar a sus soldados, exhortándoles a defender el honor de su general, bajo el que habían servido durante nueve años en los que habían ganado numerosas batallas y habían pacificado toda la Galia y Germania. Los soldados de una de sus legiones favoritas, la decimotercera, le aseguraron que vengarían las injurias hechas a él y a los tribunos.

César tenía ahora la garantía de poseer un ejército fiel que le seguiría hasta la victoria o la muerte, y se atrevió a emprender la invasión de Italia con una sola legión.

«Aquí abandono la paz y el derecho ultrajado. A ti te sigo, Fortuna. ¡Lejos los traidores! La suerte está echada! Pongámonos en manos del destino!” (Julio César)

 

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