


Cuando moría el siglo pasado, exactamente en 1997, tuve conciencia de que los computadores habían llegado para quedarse. Supe también que la nueva tecnología me costaba un mundo (por no decir otra palabra), pero era mi trabajo, así que contraté un informático para que me guiara.

Abrió los ojos sobresaltado, con un resuello atravesado en la garganta, agitado, en la oscuridad, acostado, le costó darse cuenta que había salido de “la pesadilla” y entrado a la realidad …

Dicotomía irreverente, impaciente, bipolar y ambivalente, inconsecuente, vehemente, persistente … siempre dura nunca y nunca dura siempre …

Esto que llamamos calentamiento global, y que nos tiene la cabeza y “el que te dije” bien tostados, comenzó a expandirse y crecer a fines del siglo XVIII, cuando no bastó la leña para impulsar las máquinas creadas por la Revolución Industrial y fue preciso acudir a la explotación masiva del dañino carbón mineral.