Por amor de Dios, pocos seres vivientes tienen una vida tan desgraciada como la nuestra, o sea me refiero a los balones de fútbol profesional (ah, que usted creía que no somos vivientes?), No. 5, que venimos a parar a las patadas en torneo burocráticos de cuarta categoría.
Cuando se abre el telón Alfredo y Bernal ya están en el centro de la escena, conversando sin mirarse. No tienen más de cinco años cada uno. Están en la caja de arena de un espacio público, un parque o plaza, rodeados de baldecitos, moldes y juguetes.
A pocos días de cumplir sus siete años de edad, Javi le pidió a sus padres, de regalo, lo que más le apasionaba en el mundo: un juego de magia.
Antes llorábamos al pelar una cebolla, ahora lloramos al ver el precio que tenemos que pagar para comprarla.
Cada vez se van enredando más y más, unas caricias que lento han ido perdiendo el camino, para llegar a su destino final.
A inicio de los setentas, yo era pianista de un bar, Rita era la mesera, era un bar pequeño, lo suficientemente grande para que mi piano se escuchara pero demasiado pequeño para los sueños de Rita…
- Que te quede bien claro Raquel ! Ni que me traigas un camión lleno de Guardias a la puerta, me amarren, me cachimbeen, y me lleven a las patadas al Centro Comercial no me hacés entrar al Mall !
Había una vez un hombre que estaba en el monte, descansando debajo de una vieja ceiba, y de pronto se le apareció el Diablo.
Un día de estos, hace años ya, unos cuantos a decir verdad, estando con toda la familia en misa, esas misas para niños que ponen a los chiquitos adelante y el sacerdote que no se las quiere tirar de el “Steve Jobs de la teología” habla en lenguaje coloquial, Monseñor Delgado (que lo maneja muy bien) trataba de explicar a los niños las diferencias entre el cielo y el infierno, el bien y el mal, entre “arriba y abajo”, empezó a preguntar a los niños si preferían ir “arriba o abajo”.