“Me deprimo, primo …” me balbuceaste al cel, y yo que soy tu primo, tu amigo, vine tan pronto como pude. Calma, Alma.
Bien recuerdo, una noche en una camastrón gigante de los que había en casa de mi abuela, 9 o 10 años, no podía dormir, y me dio por calcular que edad iba a tener cuando llegara el Siglo XXI.
En el ángulo noroeste de mi habitación, en diagonal a mi cama, hay una cámara de vigilancia de marca Panasonic. Es negra y persistente como un remordimiento; sigilosa y entrometida como una suegra que sospecha algo; memoriosa y tosca como una elefanta.
Esto es para ti, mi siempre sol atrapado en el pasado
Tu el que me perdías en la realidad,
Tu mi refugio de deseos seguros y constantes ....