En mi país, existe lo negro o lo blanco, en medio … no hay grises; existe la crítica a gritos o la indolencia generalizada, en medio … no hay opiniones racionales.
Mi nombre es Felicia, quiero que me conozcan, soy una mujer normal, nunca me he puesto el buzo amarillo de líder, no salgo del pelotón que sigue a las que encabezan la carrera, pero tampoco llego de última …
El presente reportaje, acerca de la emancipación de Anastasio Aquino, sigue el ciclo que se inicia con “Vida y muerte de Oscar Quiteño” , en este mismo blog, y nos trae a colación, una de las historias más impactantes de las emancipaciones populares en El Salvador.
Sos un desastre, sos un error, sos un estorbo, un cero a la izquierda pero mucho peor, sos una plaga, peor que la langosta, sos la parte agria de la leche echada a perder, vasca, nausea, vómito, sos agua estancada, podrida, nido de zancudos, caldo de dengue y chikungunya, sos un onanista, preservativo usado y mal amarrado.
Éramos de los más cuadrúpedos y felices, homínidos de cuarta categoría que nos apareábamos una vez al año para efectos de procreación … nada más!
Yo era un perrito de color negro con parches blancos en todo mi cuerpo, fui secuestrado o quitado por unos niños de una camada de 6 perritos que habíamos nacido en plena calle. Me acobijaron en una casa donde era la atención de los niños y los padres, recuerdo que fue una discusión cuando quisieron ponerme un nombre, salieron a relucir nombres de emperadores romanos, reyes, artistas, políticos, al final me pusieron un nombre desconocido y creo que hasta inventado, desde entonces soy conocido como “Blandin”, todos me llamaban por ese nombre: “Blandin”.