Es exactamente lo que un hombre como yo
no necesita
la negación de mis afirmaciones
el “nunca jamás” de las condiciones
de mi madre:
Augusto en Agosto (que todavía no se llamaba como tal sino Sextil, y de eso se trata esa historia), se regodeaba en su reclinatorio en el Palacio Palatino, refrescándose sus imperiales gónadas con hojas de palma que batían esclavos y esclavas númidas (por las dudas, nunca se supo bien para que lado pateaba el tal Octavio Augusto).
Con el pasar de los años nos vamos dando cuenta de la inminente verdad, sobre como nacimos originales y moriremos siendo copias, lo digo porque recuerdo que hace algunos años acompañé a mi padre a nuestro coloso (Estadio Cuscatlán).
Les aseguro que pude hablar con ellos. No me creen ? Yo tampoco, pero imagínenlo…
“No me miren de frente sino tangencialmente, soy un diputado, un quirite al decir del Antiguo Senado Romano, ocupo una curul tal como en épocas del gran Cicerón cuyo ejemplo me motiva …
aunque su austeridad, ejem, no la imito.
Tengo que comenzar contándoles que me ha ocurrido una desgracia personal, no, no se me ha muerto nadie … pero casi … voy a ir al grano: mi novia y yo nos hemos dejado. Bueno, me ha dejado ella, pero como yo también estaba involucrado en el rollo, debo de decir...