Es exactamente lo que un hombre como yo
no necesita
la negación de mis afirmaciones
el “nunca jamás” de las condiciones
de mi madre:

Augusto en Agosto (que todavía no se llamaba como tal sino Sextil, y de eso se trata esa historia), se regodeaba en su reclinatorio en el Palacio Palatino, refrescándose sus imperiales gónadas con hojas de palma que batían esclavos y esclavas númidas (por las dudas, nunca se supo bien para que lado pateaba el tal Octavio Augusto).

Con el pasar de los años nos vamos dando cuenta de la inminente verdad, sobre como nacimos originales y moriremos siendo copias, lo digo porque recuerdo que hace algunos años acompañé a mi padre a nuestro coloso (Estadio Cuscatlán).

Tengo que comenzar contándoles que me ha ocurrido una desgracia personal, no, no se me ha muerto nadie … pero casi … voy a ir al grano: mi novia y yo nos hemos dejado. Bueno, me ha dejado ella, pero como yo también estaba involucrado en el rollo, debo de decir...

“La capacidad de justicia del hombre hace posible la democracia, pero la inclinación del hombre a la injusticia hace aun más necesaria la democracia.” — Reinhold Niebuhr, teólogo y especialista en ética política.