Ernesto la vio de lejos, tomando un café, sola … Ernesto tenía algo de tiempo, y la actitud de ella, sola en el Coffee Cup, denotaba una de dos: o esperaba a alguien, o no esperaba a nadie y ese nadie podía ser él.
El estudiantado de los setentas, en toda América Latina, estaba en ebullición, era revolucionario por imitación y en pocos casos por convicción, prueba de ello es que pocos de sus líderes pasaron a planos mayores.
Siempre era igual, la misma cantarinela al comenzar el año escolar, todos los alumnos mal portados, buscapleitos, lenguas largas, mechas cortas, ladronzuelos rapaces … iban a parar a la clase de Seño´ Probidad.
Resulta, mi pétrea ilusión, que son vanas tus jactancias de pretender que me derrito por ti … tus vociferaciones descuidadas “Ese? Ahhh ese se muere por mi ….” Que te han oído decir múltiples veces en múltiples lugares, donde casualmente yo nunca estoy …
Siendo amante como soy, de las Leyes de Murphy, nos encontramos en 1976, a un verdadero discípulo del Gran Maestro: un profesor de historia económica de la Universidad de California, Berkeley, quien publicó un ensayo que describía las leyes fundamentales de una fuerza que percibía como la mayor amenaza existencial de la humanidad: la estupidez.
—Buenas noches — me dijo la robot fosforescente que apareció en mi habitación una madrugada del siglo XXI — lamento asustarlo, soy de Ganímedes, estoy en misión de exploración.